· No reaccionar mal ante el niño que tartamudea: no manifestar ningún
signo (verbal o no verbal) de impaciencia o ansiedad.
· Saber escuchar al alumno sin darle prisa.
· No se debe reñir, censurar o criticar ni ridiculizar.
· Darle tiempo para hablar, para que acabe la frase, para que pueda
expresar cómodamente el mensaje. No adelantarse adivinando
continuamente lo que va a decir, ni acabar las frases en su lugar.
· No interrumpirlo cuando habla ni dejar que lo hagan los otros. Respetar
los turnos de palabra.
· Hablarle con frases cortas y con un lenguaje fácil, es decir, adecuado a
su edad.
· No decirle: “para, vuelve a empezar”, “habla despacio”. Esta clase de
correcciones aumentan la tensión. Ofrecerle un modelo de habla más
lenta y pausada y reforzarle cuando lo imite y lo haga.
· Formularle las preguntas una a una y sólo las necesarias.
· Utilizar, simultáneamente la comunicación no verbal: mirarlo, tocarlo,
aceptarle juegos no verbales.
· La disfluencia puede pasar inadvertida en la escuela porque el alumno
no fluyente, no habla o lo hace poco.
· Darle conversación y animarle a hablar en situaciones de no tensión.
· Comentar lo que ve en la televisión, hablarle de cosas que le interesen
leer cuentos junto con el niño, haciéndolo despacio, con pronunciación
clara y frases sencillas.
· Procurar que cada noche se acueste contento y relajado.
Signat: Eugènia
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